martes, 18 de junio de 2013

Memorias del V Congreso Venezolano de Ciencia y tecnología de alimentos LA ACUICULTURA EN LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DE VENEZUELA

Memorias del V Congreso Venezolano de Ciencia y tecnología de alimentos 
LA ACUICULTURA EN LA SEGURIDAD ALIMENTARIA DE VENEZUELA


EN LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
DE VENEZUELA
César Lodeiros Seijo
Lab. Acuicultura, Instituto Oceanográfico de Venezuela, Universidad de Oriente, Cumaná
6101. Email: cesarlodeirosseijo@yahoo.es

Ante las elevadas demandas de alimentos por el aumento poblacional, la sobreexplotación
de más del 50% de los recursos marinos y las amenazas del cambio climático, es imperativo
el desarrollo de la acuicultura; por ello, esta actividad ya más que un negocio, planteado en
décadas pasadas, se hace hoy en día una necesidad inmediata.
Venezuela, no escapa de este escenario global, ya que los recursos pesqueros importantes
como la sardina Sardinella aurita con valores relevantes de producción sobre las 150.000
t/año en la década pasada, en los últimos años tan solo se registran una 30-40.000 t/año (Fig.
1), o bien la pepitona Arca zebra donde las disminuciones han pasado de las 50-70.000
t/año a las tan solo 20.000 t/año (Fig. 2); de manera similar existen disminuciones drásticas
de otros rubros pesqueros importantes, íconos de la pesca organizada en Venezuela, como
el atún. Rubros que deben ser tomados en cuenta para su intervención inmediata para su
administración en función de la conservación y restauración de sus bancos naturales
(Lodeiros et. al. 2011).


A parte de ello, hay evidencias claras de la influencia del cambio climático en los recursos
acuáticos, como la disminución de los bancos de mejillón en la península de Paria, edo.
Sucre, por efectos de tormentas tropicales y huracanes, que cada vez más se acercan a las
costas venezolanas (Fig. 3- Lodeiros et al. 2011). Esto se agrava aún más, si consideramos
que la acuicultura, con pocas excepciones –camarón, no se ha desarrollado en Venezuela,
dado el estancamiento de la producción en décadas pasadas, aunque en los últimos años
pareciera que existiera un repunte; no obstante, la producción total no sobrepasa las 25.000
t/año (Fig. 4), lo cual supone menos del 5% de la producción por pesca, y tan solo es
soportada en su 95% por 2 especies, el camarón blanco Litopenaeus vannamei (76%) y la
Cachama Colossoma macropomun y sus híbridos (19%), el 5 % restante es producido por
trucha, bagre, coporo y tilapias, con incipientes producciones de peces marinos y moluscos
(Fig. 5).
Aunque el escenario productivo de hoy en día en Venezuela, no es positivo, la posibilidad
de desarrollo de la acuicultura es eminente ante el contexto mundial, Venezuela es un país
con extensión de tierra sin uso y aptas para instalaciones de granjas de cultivo, posee una
línea de costa de 2.850 km, la más grande del Caribe, y una elevada área de lagunas
costeras, estuarios y manglares, además de contar con dos grandes regiones (occidente y
oriente) que son sistemas de elevada productividad primaria, debido a las surgencias
costeras que ocurren en dichas zonas y el aporte de nutrientes que vierte el río Orinoco en
el oriente, lo cual proporciona adecuados y diversos ecosistemas para establecer actividades
de acuicultura. Posee instituciones de investigación y desarrollo con grupos de
investigación consolidados en el área de acuicultura: Instituto Nacional de Investigaciones
Agrícolas, Fundación La Salle, Universidad de Oriente, Universidad Central, Universidad
Simón Bolívar, Universidad Lisandro Alvarado, Universidad del Zulia, Grupo de
Investigación y Desarrollo de la Acuicultura y Grupo de Investigación sobre Biología de
Moluscos de la UDO, entre otros grupos e instituciones nacientes, las cuales han generado
varias investigaciones que conducen a listar unas 60 especies, entre ellas unas 16 con
tecnología desarrollada y que han soportado alguna actividad comercial, 21 especies con
tecnología avanzada y más de 25 especies identificadas con potencialidad de cultivo y con
tecnología por desarrollar (Graziani et al. 2008), esta lista de especies supone un
receptáculo extraordinario para investigaciones científicas y desarrollo conducentes a crear
paquetes tecnológicos transferibles a las comunidades pesqueras y empresas. Todo ello,
aunado a los recursos humanos formados supone un acúmulo de fortalezas que generarán,
sin duda alguna, desarrollo, siempre que se gesten políticas serias de promoción e inversión
continua, dándole el carácter imperativo del desarrollo de la acuicultura en Venezuela, que
se merece hoy en día; en este ámbito ha sido siempre un error ver la producción por
acuicultura en Venezuela con una visión a corto plazo, por lo que los entes de inversión de
los programas de producción no deben desesperarse en ver resultados inmediatos y no
escatimar en inversiones de desarrollo, como generar infraestructura para la producción de
semillas o juveniles de organismos acuáticos, base fundamental para el desarrollo de la
acuicultura en Venezuela y Latinoamérica (Lovatelli et al. 2008, Lovatelli y Sarkis 2011);
en este sentido, se reitera que con políticas serías y progresistas se podría no solo generar
producción para alcanzar los niveles de consumo del país, ante las amenazas de la
sobreexplotación de los recursos acuícolas y el cambio climático, sino una sobreproducción
con miras a coadyuvar al abastecimiento exterior.
Un factor extra es que Venezuela posee una tradición pesquera, particularmente en el
oriente del país, con empresas con infraestructura de procesamiento de pescado y
dispuestas a ser receptoras de producción por acuicultura, debido precisamente a la
necesidad de la diversificación de su producción por efectos de sobreexplotación de bancos
naturales. En este sentido los empresarios, gobierno o no, podrían ser, además de
inversionistas y co-inversionistas, los principales receptores de la futura producción por
acuicultura.
Para finales del siglo pasado los análisis de la situación de la acuicultura en Venezuela
(Vélez y Lodeiros, 1990), mostraban que los principales factores limitantes que han
contribuido al poco desarrollo de los cultivos ha sido la escasez de mercados, los altos
costos de producción, la incidencia de biotoxinas (moluscos) y las trabas burocráticas para
la obtención de permisos. En la actualidad muchas de estas limitantes no existen, por
ejemplo: se cuenta con un monitoreo continuo de biotoxinas de productos marinos y un
consumo creciente de pescado en Venezuela que conduce a abrir y suplir mercados; no
obstante, algunas limitantes como las trabas burocráticas persisten, principalmente para
otorgar las concesiones a nivel del INSOPESCA y permisos del Ministerio del Poder
Popular para el Ambiente, y entes que rigen los espacios acuáticos, particularmente por no
existir un ordenamiento territorial adecuado, como ocurre en el estado Sucre, región con
gran potencial para el desarrollo de la maricultura. Este problema en la actualidad se está
resolviendo a nivel del estado Sucre, en función de tener un ordenamiento acuícola y así
permitir el desarrollo organizadamente. Por otra parte, se ha consolidado una Ley de Pesca,
incorporando la parte de acuicultura como tal (Ley de Pesca y Acuicultura), lo cual no
existía en la antigua ley. Aparte de ello, se han creado asociaciones y fundaciones en pro
del desarrollo de la acuicultura de Venezuela, como por ejemplo: la Fundación para la
Investigación y el Desarrollo de la Acuicultura del Estado Sucre (FIDAES), que ejerce
además de actividades de desarrollo y promoción de la acuicultura en el estado Sucre,
actividades y apoyo a la investigación para el desarrollo de paquetes tecnológicos para el
cultivo de diversas especies.
Una limitante importante son las restricciones para importación de equipos, maquinarias e
insumos para acuicultura que atentan contra su desarrollo, estas retrinciones deben ser
evaluadas y eliminadas, en este sentido, la falta de empresas especializadas constituye una
limitante para un adecuado desarrollo de la acuicultura en el país. Esto, conjuntamente con
la disponibilidad de financiamiento, que el gobierno de la República Bolivariana de
Venezuela promueve como política de seguridad alimentaria, particularmente para el
desarrollo de la acuicultura en comunidades costeras, conforman un escenario positivo,
pero no suficiente, para el desarrollo de esta actividad en Venezuela, por lo cual se
demanda mayor inversión ordenada.

En conclusión, Venezuela es un país con ventajas ambientales y con un escenario de
investigación y formación eminente que con políticas de estado acertadas e inversión
importante y de forma continua, generaría un desarrollo de la acuicultura a mediano plazo
con una rentabilidad socioeconómica importante y coadyuvaría a paliar no solo la demanda
de alimentos “sanos” en Venezuela, contribuyendo con la seguridad alimentaria del país,
sino del exterior. Para esto, el desarrollo de la acuicultura en el país debe considerarse
como política de estado, justificando su existencia en una necesidad más que un negocio.


Referencias:


Graziani C., Salazar J.M., Villarroel E., Lodeiros C. 2008. Estado actual y perspectivas de la acuicultura en
Venezuela. Foro Ac. Rec. Mar. Rías Gal. X: 431-438.
Lodeiros C., Alió. J., Orensanz L., Acosta V. 2011. Memorias I Taller de Biología y Pesquería de la Pepitona
Arca zebra: estratagías para la conservación. Centro de Investigaciones Ecológicas Guayacán y
Grupo de investigaciones en Biología de Moluscos, Universidad de Oriente.
Lodeiros C., Moreno A., Fajardo R., Tomas T., Castañeda J., Graziani C., Arocha F., Mendoza J., La Barbera
A., Noguera P. , Carpio M., Benítez A., Márquez A., Núñez M., Villarroel E., Vásquez E., Rivas
K. 2011. Diagnóstico de Pesca y Acuicultura de la costa norte de la Península de Paria, edo.
Sucre, Venezuela. Foro Iberoam. Rec. Mar. Acui. III: 359-370.
Lovatelli A., Farias A., Uriarte I. 2008. Estado actual del cultivo y manejo de moluscos bivalvos y su
proyección futura: factores que afectan su sustentabilidad en América Latina. Taller Técnico
Regional de la FAO. FAO Actas de Pesca y Acuicultura. No. 12.
Lovatelli A., Sarkis S. 2011. A Regional shelfish Hatchery for the Wider Caribbean: Assessing its feasibility
and sustainability. FAO Fisheries and Aquaculture Proceedings. No. 19. Rome, FAO.
Vélez A., Lodeiros C. 1990. Cultivo de moluscos en Venezuela. En "Cultivo de Moluscos en Latinoamérica,
Ed. Hernández. Red Latinoamericana de Acuicultura, CIID Canadá. Bogotá, Colombia.


Memorias del V Congreso Venezolano de Ciencia y tecnologia de alimentos PRESENTE Y FUTURO DE LA INDUSTRIA DE CEREALES EN VENEZUELA




PRESENTE Y FUTURO DE LA INDUSTRIA  DE CEREALES EN VENEZUELA

Autor: Msc. Pinto Glenny

CI:  11.362.825

TIPOS DE CEREALES LISTOS PARA CONSUMIR:

 Hojuelados.

 Extruidos.

 Snacks

 Aglomerados

 Mezclados.

PRESENTE Y FUTURO DE LA INDUSTRIA DE CEREALES EN VENEZUELA

TENDENCIAS CLAVES:
Falta Información

MICRO TENDENCIAS:
Falta Información

NORMATIVAS:
Falta Información


Seguridad, Calidad e Inocuidad Alimentaria
27/May/2013 - 31/May/2013
Hotel Tamanaco Intercontinental Caracas - Venezuela


lunes, 3 de junio de 2013

Los transgénicos ‘made in China’ esquivan los tópicos


Plantación de arroz transgénico en la provincia de Hunan, en el suroeste de China. / GUANG NIU (GETTY)

Los transgénicos ‘made in China’ esquivan los tópicos


Los alimentos transgénicos son uno de los primeros ejemplos de dilema ético-científico que le vienen a la cabeza a cualquier ciudadano, y uno de los debates preeminentes en foros como el de Atomium sobre la relación entre ciudadanos y ciencia, en el que intervienen este diario y sus lectores. Pero la controversia, que ha estado muy polarizada entre científicos partidarios y ecologistas detractores, se enriquece ahora con un ángulo nuevo que no acomoda fácilmente los tópicos y prejuicios tradicionales sobre esta cuestión: que la ciencia pública de los países en desarrollo ha decidido invertir en serio en unas tecnologías que, según entienden, pueden ayudar a sus agricultores y mejorar la nutrición de su población en muchos casos. Ya no se trata de estar a favor o en contra de Monsanto y los demás gigantes mundiales de la agricultura. Se trata de una cuestión a la vez más sutil y más importante, y a la que conviene atender con una mirada limpia de prejuicios por primera vez en décadas.


Investigadores públicos de Nigeria, por ejemplo, han desarrollado una judía carilla (chíchere o chícharo) transgénica resistente a la maruca, una plaga muy común en África. Está en pruebas ya en campos de Nigeria, Burkina Faso y Ghana, y será facilitada a los agricultores africanos en 2017, como lo fueron en los años sesenta las innovadoras semillas desarrolladas por Norman Borlaug en institutos científicos de México.






Los expertos piden que las decisiones se basen en la mejor ciencia disponible


Y no es un ejemplo aislado. También en Nigeria está en pruebas de campo —la última fase antes de la comercialización o distribución de las semillas— un maíz que consume menos agua que el común. Otros centros científicos públicos de Uganda y Kenia están investigando modificaciones genéticas contra dos virus que diezman los cultivos de yuca. Y varios países en desarrollo están ensayando en el campo un arroz transgénico desarrollado en China enriquecido en vitamina A, cuyas deficiencias son uno de los grandes problemas nutricionales en las economías que dependen fuertemente del arroz.


“La ingeniería genética no es esencial, ni siquiera útil, para todas las mejoras de plantas de cultivo”, dice Christopher Whitty, consejero científico jefe del Departamento para el Desarrollo Internacional del Gobierno británico (DFID). “Pero en algunos casos contribuye a mejorar los rendimientos de los cultivos y su valor nutricional, y reduce los riesgos y costes asociados al uso excesivo de fertilizantes, pesticidas y agua de riego”.









Whitty es también profesor de Salud Internacional en la London School of Higiene & Tropical Medicine. Junto a sus colegas del DFID Tim Wheeler y Alan Tollervey, jefe de investigación agrícola, y en colaboración con Monty Jones, director ejecutivo del Foro de Investigación en Agricultura Africana, con sede en Accra (Ghana), ha revisado a fondo el estado de la cuestión para la revista Nature. También lo hace desde la experiencia china Fusuo Zhang, director del Centro de Recursos, Medio Ambiente y Seguridad Alimentaria de la Universidad Agrícola de China, en Pekín.


Estos científicos y gestores públicos no son defensores fanáticos de la modificación genética de las plantas de cultivo, ni creen que la biotecnología sea la panacea para superar todos los males e ineficiencias que afectan a la agricultura mundial. Lo que sí recomiendan a los Gobiernos de los países en desarrollo es que basen sus decisiones a favor o en contra de los transgénicos en el raciocinio y la mejor ciencia disponible, y no en prejuicios, sesgos irracionales o el nivel de ruido ambiente, como parecen haber hecho hasta ahora los países europeos, que se mantienen, con Japón, como dos islas aisladas sin transgénicos (España es una excepción, con unas 100.000 hectáreas dedicadas a un maíz modificado), frente a la expansión de este tipo de plantas en países de todo tipo: desde el líder, EE UU, a las pujantes China o Filipinas, por ejemplo.


“La decisión de excluir o rechazar cualquier tecnología que pueda ayudar a la gente a conseguir la comida y la nutrición que necesita”, advierten Whitty y sus colegas, “tiene que estar basada en argumentos sólidos, racionales y de relevancia local”. Y desde luego que algunos Gobiernos africanos y asiáticos ya parecen haberlo entendido así.






Nigeria ha creado una judía carilla que resiste a una de las plagas más comunes en África


Uno de los factores que muchos científicos del sector creen que conviene aislar del debate —o al menos del fondo de la cuestión— es el papel de multinacionales de la producción de semillas como Monsanto. La suspicacia que esta compañía estadounidense suscita entre grupos ecologistas y sindicatos agrícolas ha sesgado sin duda la discusión sobre los alimentos transgénicos desde su mismo origen en los años noventa.


Y, sin embargo, esos argumentos se refieren a cuestiones de mercados cautivos —la obligación de los agricultores de comprar las semillas para cada cosecha— o dumping tecnológico que, en realidad, no tienen mucho que ver con el fondo de la cuestión, que es la utilidad agrícola y la seguridad alimentaria de los transgénicos.


“Obviamente, no debo hacer comentarios sobre una compañía privada particular”, se justifica Whitty en respuesta a EL PAÍS sobre la cuestión Monsanto (el DFID del que es asesor científico jefe es un departamento del Gobierno británico). “La cuestión importante no es quién lleva a cabo la investigación, sino que esté bien dirigida, y que los agricultores de los países pobres tengan acceso a los productos”. Whitty considera que, en Europa, los científicos, los políticos, los representantes de la industria y los ecologistas “suelen presentar los cultivos transgénicos ya sea como el ingrediente clave de cualquier solución al hambre mundial, o como una amenaza dramática y absurda a la seguridad alimentaria y la salud humana”. Y añade lo que podría considerarse el eslogan de la tercera vía que él propone: “Ninguna de esas dos posturas está bien fundamentada”.






India estudia vetar los ensayos de semillas transgénicas durante 10 años


El mencionado padre de la revolución verde, Norman Borlaug, ingeniero agrónomo, genetista, fitopatólogo y premio Nobel de la Paz por sus grandes contribuciones a la erradicación del hambre en el mundo, consideraba (murió en 2009) que la tecnología de transgénicos era la continuación natural de la mejora vegetal tradicional, que si bien se mira es el fundamento de toda la agricultura desde su invención en los albores del neolítico, hace 10.000 o 12.000 años en Oriente Próximo, China y Suramérica. Borlaug veía la polémica que suscitaron los transgénicos en Europa como una especie de divertimento para “ecologistas con la panza llena”, como dijo en una entrevista con este diario.


La legislación europea de salud pública adopta ahora unas prevenciones contra la presencia de transgénicos en los alimentos —pese a que suponen un riesgo nulo para la salud, según acreditan 20 años de uso extendido— que muchos científicos europeos ya quisieran ver contra las grasas trans y aceites saturados, protegidos por las etiquetas europeas bajo el engañoso paraguas de “grasas vegetales” o “parcialmente hidrogenadas” pese a sus probados y comprobados daños para la salud del consumidor. Un rechazo que incluso puede llegar a la cuna de los transgénicos, EE UU, donde Estados como California planean que haya que etiquetar los alimentos que los contienen por primera vez en la historia.






La ley europea prevé prevenciones que muchos quisieran contra las grasas trans


Lo que preocupa ahora a los científicos interesados por la alimentación mundial no es lo que Europa quiera hacer con sus campos de cultivo ni con las etiquetas de sus supermercados, sino que el pésimo nivel de aquella discusión pública o semipública se contagie a los países emergentes donde la cuestión de qué sembrar en los campos, y con qué alimentar a la población, sí resulta capital.


El Gobierno de India, por ejemplo, está considerando ahora mismo si debe prohibir todos los ensayos de campo de semillas transgénicas durante la próxima década, después de haber ya vetado por la movilización ciudadana un tipo de berenjena y pese a que sus agricultores han aumentado sus cosechas de algodón. Según Whitty, “eso podría resultar muy perjudicial tanto para los pequeños agricultores del país como para los grandes, porque les bloquearía el acceso a ciertas variedades de semilla que han sido modificadas para crecer mejor en las condiciones locales de India, incluidos varios tipos de algodón, soja y tomate”. Otro caso es el de Kenia, un país en el que la cuarta parte de la población está malnutrida, y cuyo Gobierno prohibió a finales del año pasado la importación de cualquier clase de alimentos transgénicos. “Como otras normativas similares hechas antes en Europa”, dice Whitty, “son decisiones que parecen basarse en parte en respuestas emocionales a la tecnología”.


“En lugar de ser protransgénicos o antitransgénicos”, recomiendan estos científicos, “los Gobiernos de los países en desarrollo deberían partir de los problemas específicos que tiene su agricultura y evaluar racionalmente los riesgos y los beneficios de todas las soluciones posibles a ese problema”. Parece un buen consejo, al menos fuera de Europa.






Fuente: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/02/actualidad/1370186314_985887.html